Una vez hubo en el reino de los dragones, llamado Matthew, era un juez conocido por su corrupción y avaricia, cualquier
pena podía ser absuelta por dinero, si este dragón era tu jurado.
El oro compraba la libertad del
asesino, incluso las personas más atroces podían ser salvadas por dinero, daba
igual el origen, la raza, la edad, el sexo, lo único importante para este
dragón era el oro. Muchos inocentes murieron ejecutados por no poder pagar lo
que exigía el juez, las acusaciones falsas no eran más que formas de ganar dinero
y oro.
Llego al juzgado un caso
terriblemente dramático donde un monstruo, pues no se lo podía calificar de otra
amanera, había destruido varios huevos, simplemente por placer. Se enfrentaba a
la mayor condena posible, el asesino de huevos, paso un soborno al juez, y este
amablemente lo declaró inocente.
El pueblo no pudo perdonar más las
acciones completamente pecaminosas de este dragón,y una noche tiraron su cueva
donde este dormía, quedando sepultado y muerto.
De repente el dragón despertó en un
juicio, estaba en las puertas del infierno.
-Incluso
en el infierno si se paga la cantidad apropiada se puede vivir como desees,
puede llegar incluso a ser un dios- dijo el jurado-En el infierno el dinero es el mejor abogado.
Entonces el dragón se levantó y se
acercó a su oído y le dijo, mientras sonreía:
-¡JAMAS TE ENTREGARE MI FORTUNA!
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